Mito de la creación de Eorzea
Los Doce son el panteón de Eorzea en Final Fantasy XIV, que consta de doce deidades benévolas que gobernaron el continente y las islas circundantes hasta la llegada de las tribus errantes.
Los Doce jugaron un papel crucial en el parche 1.23 del Final Fantasy XIV original, y su ausencia dentro de la trama de FFXIV ARR, y sus expansiones, se ha hecho notar y por mucho tiempo nos preguntamos si alguna vez se volverían a inmiscuir dentro de la historia.
Bueno, como ya es obvio, los Doce volverán a ser un elemento relevante para la historia de “Myths of the Realm”, la nueva Alliance Raid que saldra en el parche 6.1 "Newfound Adventure".
Por lo que en preparación para tal evento, lo mejor sería estar preparado con lo que sabemos de momento (aunque sea poco) sobre los doce, en específico del supuesto mito de la creación del universo por parte de estas mismas deidades.
Y no fue hasta que Althyk emergió de allí en su desnudez, que el tiempo dio su primer paso hacia adelante.
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| Habilidad “Horoscope” de Astrologian mostrando los símbolos de los Doce. |
Bueno, como ya es obvio, los Doce volverán a ser un elemento relevante para la historia de “Myths of the Realm”, la nueva Alliance Raid que saldra en el parche 6.1 "Newfound Adventure".
Por lo que en preparación para tal evento, lo mejor sería estar preparado con lo que sabemos de momento (aunque sea poco) sobre los doce, en específico del supuesto mito de la creación del universo por parte de estas mismas deidades.
El mito de la creación en Eorzea ha tomado innumerables formas a lo largo de los siglos. Lewphon, un prominente astrólogo y teólogo de Sharlayan y autor de "Las cinco edades", dedicó dos décadas de su vida desde el año 210 hasta el año 230 de la Sexta Era Astral a estudiar la superposición de estas versiones y ha compilado lo que, según él, es el relato definitivo.
Mito de la creación de Eorzea, según el erudito Lewphon de Sharlayan:
“Al principio no había ni luz ni oscuridad. Solo la Espira.
“Al principio no había ni luz ni oscuridad. Solo la Espira.
Y no fue hasta que Althyk emergió de allí en su desnudez, que el tiempo dio su primer paso hacia adelante.
Con Él, el Guardián también tenía peso, y con el peso se definieron los reinos de la tierra y el firmamento.
Sin embargo, Althyk no estaría solo durante mucho tiempo, porque pronto desde la Espira dio otro un paso adelante.
Su nombre era Nymeia, y no era más que una lloriqueante bebé que no podía hacer nada más que llorar, y pronto Sus lágrimas crearon un vasto lago.
Althyk, buscando compañía en el reino vacío de Su creación, tomó a la joven diosa bajo Su protección y la cuidó como si fuera una hija.
Sin embargo, a medida que Nymeia crecía, también lo hacía su amor mutuo, hasta que ya no pudo ser contenido, culminando en un acoplamiento divino que resultó en el nacimiento de dos hijas santas: Azeyma, el sol, y Menphina, la luna. -y con su advenimiento, se concibió el día y la noche.
Así pasaron incontables ciclos de luz y oscuridad antes de que de la Espira, una vez más, diera otro un paso adelante.
Thaliak, portador de sabiduría y conocimiento, contempló el lago silencioso e inmutable, que dejaron las lágrimas de Nymeia y creo de él ríos para llevar esa agua a los rincones más lejanos del reino.
Azeyma, atraída por la sagacidad de Thaliak, profesó su amor a la nueva deidad y le concibió dos hijas, la primera fue Llymlaen, quien tomó el agua creada por su abuela y la expandió a los mares del mundo.
La segunda hija era la solitaria Nophica, quien, en busca de compañía, creó a sus propios compañeros de juego y así trajo vida al mundo.
No fue hasta que la vida se extendió por toda la tierra y los mares fueron recién creados que apareció un nuevo dios, aunque los demás no supieron cuándo, porque la Espira yacía dormida.
Su nombre era Oschon, y donde vagaba se elevaban imponentes montañas desde llanuras planas.
Con la formación de estas agujas, el viento frío fluyó desde lo alto hasta los mares cálidos y volvía a subir, llevando la vida que una vez estuvo reservada para la tierra y el agua hacia los cielos.
Esos vientos trajeron amor al corazón de Llymlaen, pero a pesar que ella anhelaba estar con Oschon, su pasión por los viajes evitó que los dos se unieran por mucho tiempo, y he aquí que nunca engendraran a sus propios hijos.
Esta fue una época de gran creación, pero también de gran caos.
Las montañas de Oschon subían y bajaban a su capricho, los ríos de Thaliak fluían de un lado a otro, y los mares de Llymlaen siempre se expandían, tragando extensiones enteras de tierra antes de que los dioses supieran que se habían ido.
Para poner orden en este caos, Nymeia tomó un poderoso cometa de los cielos y le dio vida, dirigiéndolo hacia el mundo para que destruyera los excesos que sus hijos e hijas habían causado, mientras traía armonía una vez más al reino.
Y durante muchos días y noches el mundo estuvo en calma, los dioses se contentaron con el orden que ahora reinaba supremo.
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| El arte de las cartas del Job Astrologian muestran la interpretación de algunos de los Doce. |
Eso es hasta que la Espira despertó de su letargo y llamó a dos deidades finales: Byregot y Su hermana menor Halone.
Se temía que los indómitos y ambiciosos hermanos pudieran llevar una vez más el caos al mundo, por lo que para asegurarse de que estaban debidamente disciplinados, Nymeia los convirtió rápidamente en los pupilos de Rhalgr, el Destructor.
Constructor por naturaleza, Byregot estaba resentido con su nuevo padrastro, quien solo podía enseñarle sobre la destrucción, y en cambio eligió pasar la mayor parte de Su tiempo bajo la tutela de Thaliak.
El erudito otorgó a su ávido estudiante el conocimiento que usaría para forjar las herramientas y técnicas de la creación.
Aunque más abierta a las enseñanzas de su nuevo padre, Halone también se inquietó, deseando poner a prueba Su fuerza.
Surgió una oportunidad cuando Oschon invitó a la joven diosa a uno de sus viajes.
Fue durante estos viajes que la ambición de Halone se transformó lentamente en un ansia por la batalla.
Mientras andaba en el camino, desafiaría a todas las criaturas que encontrara, perfeccionando sus habilidades e ideando metódicamente nuevas técnicas para matar.
Cuando Nophica, la madre de la vida, se enteró de la destrucción desenfrenada de sus creaciones por parte de Halone, se encolerizó más allá de las palabras y juró venganza, pero la Furia ignoró los desafíos de la Matrona, ampliando la brecha entre las dos.
Oschon, sintiéndose responsable de esta ruptura, ideó un plan para calmar a Nophica.
Desde dentro de las montañas de Su creación, Oschon convocó una fuente de magma que brotó sobre la tierra.
Al enfriarse, el magma tomó la forma del duodécimo y último dios, Nald’thal el de aspecto dual.
Con Nald’thal, Oschon había proporcionado un dios para supervisar las almas de aquellos que encontraron la muerte y proporcionarles paz en la otra vida.
Satisfecha de que Sus creaciones ya no vagarían por el vacío sin rumbo fijo, Nophica acordó una tregua con Halone.
Y con la llegada del duodécimo y último dios se completó el panteón.
Pero antes de que pudieran poner fin a Su trabajo, primero necesitaban un reino en el que pudieran residir y vigilar Sus miríada de creaciones.
Con este fin, crearon los siete cielos, y allí finalmente se retiraron, legando el gobierno de Eorzea a la humanidad.”
Ese seria por el momento el mito aceptado por la mayoria de la gente en Eorzea sobre la creación. Pero quién sabe lo que nos revelara el futuro, no muy lejano.
Si quieres aprender un poco más sobre los Doce puedes hacerlo viendo este video:
Vida, prosperidad y salud. – Vid Anj



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